El comodín del fascismo y otras entelequias morales: Iván Andrada

Todo constitucionalista que se precie y que en algún momento haya tenido los redaños de significarse frente a sus amigos y familiares o incluso ¡para colmo! dar la batalla de las ideas dentro de una asociación, sabe perfectamente lo que implica. Hay que pagar un coste por el hecho de decir lo que se piensa sin ambages, de creer firmemente en unos ideales y de dar voz a aquellos que no la tienen.

La aparición de cualquier movimiento cívico trae consigo a sus respectivos detractores, que consideran los intereses del mismo contrarios a sus propias metas. En Cataluña, los constitucionalistas han sido objeto de descalificaciones y ataques injustificados. Con el fin de desprestigiar y expulsar a estos actores del escenario político y social catalán, intentando frustrar sus aspiraciones y deshumanizándolos con tácticas irrisorias, se han empleado recursos desafortunados y contrarios a la lógica. A continuación se mencionará y se analizará uno de ellos.

En numerosas ocasiones se ha visto cómo desde el cuarto poder, los medios de comunicación, la consigna constante en Cataluña de asociar el constitucionalismo con la extrema derecha se ha reiterado como una letanía. Cualquier evento desafortunado y deleznable sacado de algún evento del constitucionalismo sirve de ardid para que algunos “tolerantes” exhiban su intolerancia.

En cualquier movimiento amplio habrá radicales, vándalos y extremistas. Pero esto no es pretexto para acudir tramposamente a la falacia de asociación (si el individuo A pertenece al conjunto de individuos B, A tiene rasgos extremistas, ergo todo lo que hay en B es como A). Suena lógicamente incompleto y sería absurdo dar validez a una argumentación así, ¿verdad?

Pues esta ha sido la argucia más sonada por parte de los que han intentado ridiculizar al constitucionalismo. Durante años, sirviéndose del absurdo y la sinrazón como únicas herramientas, el independentismo ha tomado como válida la “lógica” de la premisa anterior, achacando equivocadamente a algunas asociaciones vínculos innegables con el totalitarismo y el fascismo, y utilizándolo como justificación “idónea” para no cederle espacio ni voz en foros y eventos, al igual que tampoco en la universidad, como se ha visto a menudo.

Sin ni siquiera acudir a desglosar la inferencia lógica simplista que hay en estas acusaciones, hagamos un repaso a los fundamentos del fascismo. Este es un movimiento nacido en la Italia de los años 20 de la mano de Benito Mussolini, que defiende un nacionalismo llevado a su extremo, la exaltación de la raza, la censura ideológica y el control de la disidencia, una dura oposición a la democracia liberal sustituida por un estado único y totalitario, altamente militarizado para utilizar la violencia contra aquellos que consideran sus enemigos.

Si realmente tomáramos como referencia los principios rectores del ideario y las acciones de S’ha Acabat!, resulta evidente que ninguna de las características del fascismo le sería atribuible. En efecto, entre sus principios fundamentales encontramos la defensa del Estado de Derecho, del pluralismo político, de la convivencia y de la Constitución como marco cohesionador y garante de derechos y libertades, todos ellos condicionados por el cumplimiento de las reglas de juego de nuestra democracia. Estos son algunos de los objetivos clave que han defendido los grandes movimientos constitucionalistas en Cataluña que se han ido sucediendo unos a otros desde hace ya tiempo, unos más humildes y otros con enorme influencia.

Así pues, aunque los detractores del constitucionalismo todavía se agarren a este clavo ardiendo, se trata de una retórica que no se sostiene si se confronta con los hechos y con la lógica. La espiral del silencio se ha roto y el constitucionalismo es una opción no solo lícita, sino también loable: Aquellos que defienden con convicción, promueven y ejemplifican los valores civiles de libertad, igualdad y pluralismo ideológico no tienen nada que temer.

 

Iván Andrada