50 años de serpiente y hacha: Abel Sevilla

Con un Seat 850 coupé blanco y un agente de tráfico de la Guardia Civil comenzaba la que sería una de las épocas más oscuras de este país, la primera de las más de 800 víctimas que engrosaron el tétrico legado de la banda. Pero ¿de verdad terminó todo el día 3 de mayo de 2018, cuando la organización terrorista anunció su disolución?

A día de hoy, 52 años después del primer asesinato perpetrado por ETA, cuya víctima fue el Guardia Civil José Antonio Pardines Arcay, podemos ver pasear tranquilamente por las calles y en muchos casos por los Parlamentos y el Congreso a diversos integrantes de la banda.

Esta anomalía se debe en muchas ocasiones al desconocimiento general de los hechos cometidos por estos individuos.

El 2 de junio de 2018, tan solo dos meses antes de la anunciada disolución, la izquierda abertzale celebraba en Tolosa una concentración en memoria del primer asesino de ETA, Xabier Etxebarrieta.

Para más inri, el mismo día escuchábamos a Jesús María Zabarte Arregui (el carnicero de Mondragón) asegurar que no se arrepentía de nada. Para quien no conozca a tan abyecto personaje, fue uno de los encargados de secuestrar durante 532 días al entonces funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara en un zulo de 3 metros de largo por 2,5 de ancho.

Poca gente sabe que a este tipo que se hace llamar Gudari, el día de la liberación de Ortega Lara por la benemérita, lo encontraron oculto tras un espejo chino, cagado literalmente de miedo y con el arma desmontada, como cuenta un antiguo veterano del GAR.

Actualmente está tan normalizada la presencia de esta gente en las instituciones que algunos sectores de la población califican a Arnaldo Otegui (encargado del secuestro de Luis Abaitua) como un hombre de paz. Otegui es coordinador general de EH Bildu, y fue portavoz de Batasuna.

Batasuna fue el fruto de la reconversión de la organización política Herri Batasuna, el brazo político de ETA.

El 26 de agosto de 2002, el juez Garzón emitió un auto en el que ordenaba la suspensión de las actividades de Batasuna durante tres años y la clausura de todos sus locales. Meses después imputó un delito de pertenencia a banda armada a 22 miembros de la cúpula; entre ellos, Mikel Albisu y Eloy Uriarte.

Así llegamos hasta el año 2020, cuando EH Bildu, por más que algunos quieran creer que no tiene ninguna relación con ETA, posee al menos un 25 % de candidatos vinculados con la banda terrorista. En sus listas figuran nombres como Adolfo Araiz, actual portavoz de Euskal Herria Bildu en el parlamento de Navarra, que fue uno de los 22 condenados por Garzón.

Aunque algunos quieran negarlo, ciertos sectores de la sociedad vasca siguen manifestando un fuerte vínculo emocional hacia estos asesinos. No obstante, por suerte, hay quien se atreve a alzar la voz para condenar la pátina de normalidad que se les ha dado a estas personas.

El veto y la violencia no podrán con nosotros, y por eso escribo este pequeño suspiro de energía dedicado a todos los familiares de las víctimas y a todas aquellas personas que en mayor o menor medida se ven coaccionadas a no expresar sus pensamientos por miedo.

Abel Sevilla